Muchas veces cuando vamos a comer, lo primero que piensa nuestra mente es “¿Será que los platos vienen cada vez más chicos?”. La nueva tendencia de los restaurantes es ofrecer una amplia variedad de platitos. A no confundir con las tapas españolas, los platos no son pequeños por ser el aperitivo de una porción más grande. Por el contrario, la idea es no tener que elegir uno, sino pedir varios entre un grupo de amigos o familiares.
Para entregarse a los platitos hace falta sacarse de encima algunas estructuras tradicionales; el formato, a cambio, devuelve una mesa dinámica e ideal para curiosos que quieren saborear recetas diferentes en una misma visita al restaurante. La consigna es pedir muchos, compartir y degustar.
Los mejores restaurantes de platitos de Buenos Aires
1. Anafe
Comer rico y tomar vinito, ese es el lema de este gran restaurante que salió como uno de los mejores para comer platitos en el mundo. Difícil elegir un plato favorito donde todo es tan sabroso. Dentro de los clásicos aparece el paté montadito en financier de castañas de cajú con chutney de peras y perejil crespo; las gírgolas doradas con puré de castañas, reducción de oporto y pesto de pasas y nueces; o la pesca curada con crema ácida, reducción de remolacha, eneldo y cebolla. De postre, el profiterol relleno de semifreddo de praliné con caramelo salado o la pavlova con granita de frambuesa y pastelera.
2. El Limón
Un bar chiquito, amigable y con mucha calidad. Es un ambiente relajado que se refleja tanto en el salón como en la propuesta gastronómica. Adentro están las barras y afuera hay mesas para hacer vereda: la carta ofrece cócteles y platitos para picotear.
Algunos son la palta con lima, almendras y sésamo, el sándwich de pastrón con relish, pickles y hojas verdes, y las aceitunas marinadas o los boquerones, ideales para un tapeo en modo bar clásico. Todos los cócteles de la carta tienen el mismo precio, motivo para elegir guiados por el gusto y no por su precio.
3. Sifón
El sifón como símbolo de la mesa del hogar fue el puntapié para construir la marca. Es así como el local coincide con la imagen de una gran casona familiar o con las casas de los abuelos en los pueblos. Lo mismo sucedió con el planteo gastronómico. Primero, decidieron cortar con la estructura de la entrada y el plato principal. Como en las juntadas familiares, donde la olla va al medio y cada uno se sirve, acá también se comparten los platos. ¿Un imperdible? El coliflor asado sobre romesco y kale frito.
4. Lardito
Uno de los restaurantes jóvenes imperdibles de zona norte, Lardo & Rosemary, tiene ahora su sede porteña. Este lugar replica el formato de la sede original, con platitos de basados en la street food de todo el mundo para poner en el centro de la mesa y compartir. Lardito trae a Capital Federal varias recetas ya clásicas del L&R original: el aguachile de hongos, pepino y plátano; las papas fritas de triple cocción con jalapeño verde; el risotto crispy (con brócoli y espinacas crujientes, mascarpone y polvo de hongos); y el beef tataki, bife curado en koji con dressing de ostras, espuma de coliflor y una yema curada como corona. Un lugar para reunirse con amigos y disfrutar en grupo.